viernes, 24 de enero de 2014

Papel, lápiz y tu espalda.

Hola.
Sí, ya lo sé, no me regañes, me han vuelto a dar las seis. Pero es que estabas tan guapo dormido en la cama que no he podido evitar pasarme la noche imaginándote.

¿Qué he hecho? Pues nada, lo de siempre, fumarme tu recuerdo apoyada en la ventana, atiborrarme a canciones, adelantarle horas al reloj para no sentir que te echo de menos exactamente cuarenta y tres días y veintisiete minutos. Ah, y pintarle estrellas a mi corazón, engalanarlo por si algún día te da por visitarlo de nuevo, que lo encuentres bonito, como , con cara de niño bueno y esencia de poeta.

¿Que si me he pasado la noche mirando tus fotos? No, para nada. Bueno... Tal vez cada cuarto de segundo, pero no pienso reconocerlo. No tengo excusa, no llovía, no había luna, no era de día, ni era la noche. No preguntes por qué; sólo quería sentir lo que siente un pintor al observar su musa, y es que tú, amor, eres un silencio lleno de ruido. 

Que no, que te prometo que esta noche no he estado con la poesía; que sólo me voy con ella cuando el hueco de la cama gime tu nombre y no me deja dormir. Esta vez no hay musas, ni semifusas, ni claves de sol inconexas, a cambio he garabateado versos mientras mis dedos te recuerdan en la esquina de mi cadera.

Después de esta noche tengo dos cosas claras en la vida. La primera es que no hay nada más bonito en el mundo que verte volar con los ojos cerrados, apoyado en mi pecho, dejándote ser, tras de haberme jurado y perjurado que las alas de tu espalda (no) son sólo de tinta; y, la segunda, que justicia poética significa besar tus labios antes de que amanezca. Que yo sé que el sol sale en tus espalda y la luna se esconde en tus ojos.

Apuro la página y me voy, de verdad. Dejo de rondarte la almohada y no descoso más el colchón.

No. No te preocupes, no le contaré a nadie cómo lates, será siempre mi secreto. Tranquilo. Tampoco les diré las veces que me equivoco (aposta) al contar tus lunares para tener una excusa para volver a empezar, ni que cambio las anfetaminas por sonrisas tuyas sin prescripción previa.

Bueno, te dejo, que ya empieza a tiritar la nostalgia y me da miedo que se constipe.
Un beso. O dos. O los que quieras.

5 comentarios:

  1. Hacía mucho que no te leía, Caperu, y te echaba de menos, tanto como la mujer que narra esto. A veces hacemos tonterías por amor, bueno, a veces no, siempre, y entre otras muchas cosas está eso de imaginarle todavía tumbado a tu lado, con la sonrisa torcida y con esos besos de buenos días que se convertían en el desayuno e incluso, si la cosa se alargaba, en tu comida. La verdad es que es un texto precioso, y en especial me ha encantado la última parte, esa en que la nostalgia se puede constipar, que me he imaginado que si ya se pone mala, lo que nos faltaba, encima de que hace echar de menos debemos cuidarla.

    Ay, ha sido un texto muy mágico, me ha hecho recordar mucho, y eso siempre es bueno. ♥

    Abrazos fuertes

    ResponderEliminar
  2. Increíble Srta. Pasión,....sin palabras para describirlo, una vez más...

    ResponderEliminar

Toc, toc... ¿Hay alguien en casa?