jueves, 28 de junio de 2012

Pero yo, muchas más que vosotros.


A veces me quedo con cara de boba mirándote, esperando un pequeño milagro que me ayude a confesarte lo que sabe hasta el apuntador. Pero yo sigo ahí, quieta, callada, muda, con las palabras escondidas entre las cuerdas vocales, y no puedo. Y en mi mente suelto una retahíla de tacos. Cobarde. Debería tatuármelo en algún lado de mi cuerpo, pero me dan demasiado miedo las agujas como para hacerlo. Tú me miras y suspiras, impaciente, cansado, esperando algo que (ni) te imaginas. Yo hablo, hablo sin parar, hablo de lo que pasa por mi mente pero no digo nada, tú no me entiendes y yo me entiendo demasiado bien. Te escucho, me cuentas dos historias, una de hace tiempo, otra de no hace tanto, y yo me pierdo en un bucle de contradicción. Miro por la ventana y veo esa luz que iluminaba tu rostro cinco minutos antes, mientras hacíamos el amor en la parte de atrás de tu coche. Es que... es que... Me pierdo, me pierdo en tu sonrisa, en tus ojos, en tus pecas, y quiero decírtelo pero no puedo, tengo un nudo en la garganta y otro en el corazón. El momento del triple mortal sigue sin llegar y ya es la hora, el reloj marca las doce, como el de Cenicienta, pero cambiando el zapatito de cristal por una auto-promesa que siempre termina igual.



3 comentarios:

  1. Me ha pasado, lo del coche no, pero lo de no saber como decir las cosas si

    Saludos, y que las palabras salgan con fluidez y facilidad la próxima vez

    ResponderEliminar
  2. Es horrible cuando quieres decir tantas cosas... y no puedes. Sabes que te entiendo. Una entrada genial.

    Besos invernales,

    K.

    ResponderEliminar
  3. Cuando abres la boca, hablas, y no sale ningún ruido a tu favor, no puedes hablar porque tu corazón no te deja y la lengua se ha hecho un nudo ella sola.

    (muy buena
    entrada)

    abrazo.

    ResponderEliminar

Toc, toc... ¿Hay alguien en casa?