Ella, ese pecado que quiero cometer.

Miércoles onomástico y ella se difumina en el último suspiro de mi cigarro. Pero mírala, joder... es  p r e c i o s a.  Dormida, soñando, sin preocupaciones, abandonada, siendo ella misma. Ella. Ella en todas sus formas, con todos sus matices. Divertida, ávida, risueña, salvaje, dulce, marimandona, mujer, niña. Ella. Ella y sus ojos de gata. Ella y sus lunares triangulares. No lo puedo evitar. No puedo evitar disfrutar de cada segundo que me regala, de poder espiarla cuando ella no se da ni cuenta, de enamorarme solamente con ver cómo su pecho sube y baja. Debería estar de rodillas besando el suelo que pisa y solo se hacerla llorar. Porque soy un maldito cobarde que no se da cuenta... Y es que ella...

Escribo con rabia, con amor, con esas ganas que tengo de que solo seamos ella y yo. De raptarla y llevarla donde otros no puedan admirarla, de que sea mía y solo mía. De amarla como yo solo podría hacerlo. De perdernos entre acantilados en los que ella me provoca con un leve movimiento de labios. De escribir mil historias solo porque ella me haga chantaje con sus besos. Signo de admiración. Y así, de manera superlativa, os digo que la quiero, que solo por ver su sonrisa navego entre océanos de palabras y tinta, de sueños perdidos y ganas de hacerle el amor bajo la luna.

J.

("Que conozco su voz en formato susurro, y formato gemido

y en formato secreto.")