domingo, 17 de mayo de 2009

Toda la verdad.

-¿Quién te dice que no soy más mala que el lobo feroz?
-Más que el Lobo feroz es fácil; era un blandengue, se volvía loco cuando veía a Caperucita; le temblaban las patas y le brillaban los ojos. Lo que pasa es que eso no se cuenta en el cuento.
-¿El Lobo estaba enamorado de Caperucita?
-Hasta los huesos.
-Vaya con Caperucita...
-La Caperucita del cuento, es normal. La de la historia real, es casi igualita a ti.
-Me extrañaría. Aunque yo no le tengo miedo al lobo.
-Es que la caperucita de verdad tampoco le tenía miedo. Pero como él era tan indeciso y tan... gilipollas. Porque era gilipollas, y un poco crítico consigo mismo, Caperucita se terminó casando con el Leñador...
-¿El Leñador?
-Sí, o el cazador, o quien sea. Ese héroe que aparece al final del cuento para librarla de sus penas y hacerla feliz.
-Oh... No. Demasiado musculitos, no le suelen ir ese tipo de chicos a las muchachas pequeñas.
-Es que ya no era tan pequeña. Caperucita creció y se dio cuenta de que los chicos malos que en el fondo no son tan malos, como el Lobo, no eran para ella. Los quería buenos, como el Leñador, que quería hacerla feliz a toda costa.
-¿Pero quién dice que no amase con locura al lobo?
-Eso no se sabe. En la historia real, no lo cuenta.
-Pero lo añado yo.
-Entonces, tendrías que escribirla de nuevo.

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