lunes, 9 de noviembre de 2009

Creo que esta vez ella rechazó la oportunidad de enamorarse.

Carlota en aquel momento soñaba que era Javier el que le estaba haciendo el amor, devorándola entre sus fauces, en resumen, como el Lobo se come todas las noches a Caperucita mientras se mece en los brazos de Morfeo; pero cuando miró a aquél quienquiseraquefuera que la trataba con una singular indiferencia, extrañó el cariño con el que Rubén la miraba ame en aquellas amándose aquellas mañanas, tardes y noches de algodón de azúcar con tanta lujuria concentrada. Él se corrió justamente cuando ella se comía sus lágrimas, las ganas de ti y su dolor sin acompañarlas de un suave trago de nicotina mentolada o una profunda (y los domingos por la mañana malnacida) resaca. Segundos más tarde, cuando ese siquieresdejametuteléfonosobrelamesayrepetimos, se había dormido pensando en lo maravilloso de ese polvo, cogió su gabardina de profundo color rojo, los zapatos de tacón más altos que ella y su inocencia ya perdida para enjuagarse los recuerdos desbordados por su piel al ritmo de La Foila de Corelli y un chocolate caliente con nubecitas derretidas.




Creo-que-me-estoy-volviendo-aún-más-loca.
Corto-y-cambio.

5 comentarios:

  1. Invito al lobo a que repita, pero que antes Caperucita se tome un café con leche con muuucho azúcar para paliar las penas.

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  3. pobrecita ilusa :(
    A mi me da penilla.

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  4. Caperucita echa de menos a su lobo.
    Me gusta.
    Te sigo!

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Toc, toc... ¿Hay alguien en casa?