lunes, 29 de junio de 2009

Nada es lo que parece.

La primera vez que salté a los acantilados, estaba nerviosa. El resto fueron como quien se come una piruleta lentamente, salvo aquella vez.
Aquella vez él pensó que me había ahogado. Fue la primera vez que le vi, que me enamoré de él (digo la primera vez que me enamoré de él porque cada vez que le veo, me vuelvo a enamorar) y me entraron unas ganas locas de besarlo.


Llegué a los acantilados del pueblo como otra mañana cualquiera. Dejé a Terry al cuidado de mis tacones rojos y de mi coche. Mi vestido blanco flotaba en el aire. Uno, dos, tres... Salté.
Él creyó que me intentaba suicidar, yo solo quería romper con la monotonía.
Y allí me ví, tumbada en la arena, totalmente empapada y en sus brazos. Pero antes de que pareciese un cuento de hadas, se marchó, y me costó mucho volver a encontrarle.

1 comentario:

  1. Pero lo encontró, con el misterio grabado en los ojos, como siempre.
    Un beso MUYGRANDE :)

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Toc, toc... ¿Hay alguien en casa?